El inventario es el resultado de la revisión sistematizada de fuentes como la Base de Datos de Estrenos del Centro de Documentación Teatral, el Archivo Virtual de Artes Escénicas (Universidad de Castilla-La Mancha), repertorios bibliográficos como la Bibliografía de la Literatura Española de Pro Quest, catálogos de bibliotecas especializadas como la de la Fundación Juan March de Madrid, plataformas como Contexto Teatral, o la que ofrecen Autoras y Autores de Teatro, estudios sobre teatro español de la Transición como los de Manuel Pérez (Kassel, Reichenberger, 1998) o Emilio de Miguel (Universidad de Salamanca, 2002), ediciones de autores y obras, y otros ensayos críticos sobre teatro de la Transición.
La doble condición del arte dramático en el que confluyen texto y puesta en escena se beneficia de la lectura y el visionado de los montajes en todos los casos en que esto ha sido posible, así como de la revisión de fuentes documentales procedentes de la prensa especializada (Primer Acto, Pipirijaina, En Platea, Godot o El Público) y periódica (ABC, El País, El Mundo…), imprescindibles para la valoración crítica de los textos, de su recepción, y de la reconstrucción del contenido de espectáculos, sobre todo cuando no ha sido posible acceder a ediciones o archivos visuales.
Su consulta pone a disposición del lector interesado la ficha técnica de textos y montajes en donde cabe destacar el modo en que el teatro aborda las principales líneas temáticas y los acontecimientos que definen el cambio de paradigma social, político y cultural del paso de la dictadura a la democracia: muerte de Franco (Las hermanas de Buffalo Bill); agentes políticos (Suárez, Calvo Sotelo, Tejero, Felipe González, Carrillo, Blas Piñar, Tierno Galván); las dos Españas (Locos por la democracia); elecciones democráticas (Fuera de quicio); legalización del partido comunista (El encuentro); Golpe de estado del 23-F (Capullito de alhelí, F-23, Quieto todo el mundo), ingreso en Europa (¡Jo, qué corte… estamos en Europa!); terrorismo (La Torna, Los clandestinos, Días maravillosos), divorcio (La piel del limón, Éramos tan jóvenes); feminismo, erotismo, sexualidad (Capullito de alhelí, Las cien y una noches de bodas); desencanto (Las cicatrices de la memoria o El derribo); la movida (Estado de gracia y La ceremonia de la confusión)…
El teatro se acerca a la Transición con análisis revisionistas en El Rey o Cuarenta años de paz; costumbristas en Bultaco 74 y España 82, simbolistas en El burdel o La ciudad oscura, sin desdeñar aproximaciones gamberras en obras como 23-F, La versión de Tejero o La dimisión.
Aunque en buena medida compartido con otros medios, el teatro extrema en sus recursos expresivos formas de desplazamiento en donde descifrar alegorías, analepsis históricas, símbolos, mitos y metáforas, pues se hace necesario liberar el presente de retóricas del tiempo, del espacio y del lenguaje (El día que se descubrió el pastel, Petra Regalada, ¿Por qué corres, Ulises?, El derribo, Días maravillosos, El olvido está lleno de memoria). Es reseñable a este respecto el tratamiento simbólico de los espacios (Tú estás loco, Briones) y la significación concedida al género histórico donde se hacen necesarias lecturas especulares, pues suelen desplazarse al pasado reflexiones del presente convirtiendo al género, en palabras de Lázaro Carreter, en un «recurso beligerante» (Cambio de tercio, La detonación).
En los últimos años, el periodo transicional se suele incardinar en trilogías u obras trimembres que exploran la evolución de la historia reciente (Dictadura-Transició- Democràcia; El día más feliz de nuestra vida; Tres hombres limpios) a menudo desde la concepción nostálgica de quienes hunden sus recuerdos en la infancia (Aquellos días azules o En la luna), en la madurez (El olvido está lleno de memoria, Éramos tan jóvenes), e incluso de quienes todavía no habían nacido (Los bancos regalan sandwicheras y chorizos).
La necesaria disolución en la que es posible el florecimiento de un nuevo orden deja entrever, sobre todo en los primeros años de la Transición, la existencia de una tensión polarizada entre la desolación de quienes ven desbaratarse la ilusión de un proyecto utópico de recuperación del pensamiento de izquierdas y la nostalgia de aquellos aferrados a un orden definitivamente clausurado.
En fin, el teatro ofrece una plataforma excepcional para la representación de un periodo histórico decisivo en el devenir de los españoles, de su determinación en el impulso del cambio necesario para el restablecimiento de las libertades conculcadas durante décadas y también de las resistencias y el desconcierto que el nuevo orden sociopolítico suscitó en buena parte de la sociedad española.